miércoles, 17 de junio de 2009

Creía...


Cuando niña siempre amé leer historias de amor y desamor, esas en las que princesas son las protagonistas, donde caballeros con espada en mano estaban listos para salir a matar dragones de diverso tipo sólo para impresionarlas y ganarse su amor.


Nunca quería llegar al final de la historia. Quería que fuesen eternas, y a medida que pasaba mi mirada por esas líneas, me apresuraba para inventar las acciones de los personajes que venían luego en cada párrafo, me gustaba que fuera a mi modo, crear mi propia historia.


Se sentía muy bien dejar la imaginación volar, llevándola lejos, muy lejos. Hoy me di cuenta que a veces esas historias se vuelven monótonas y aburridas, van perdiendo color propio y se convierten en lo que nunca debió haber sido, incluso son hasta sin sentido. Justamente ese es el momento cuando quiero hallar un final, crear un final que sea sólo mío, donde la pena se convierta en felicidad simplemente haciendo una mueca. Pero, ¿Cómo hacerlo? La puntuación creo que existe con un claro objetivo: ser utilizada. Diversas comillas, guiones, asteriscos, comas, y puntos se pasean en estos momentos por mis dedos. Pero, ¿Un punto final en qué posición se debe designar?. Un lugar debe hallar para al fin todo acabar. Quizá sólo en ese momento podré lanzar trazos de una historia nueva en mi cartulina blanca, donde vida se comenzará a dibujar.